24 diciembre 2007

¿Amigos?... ¡Bah!

Recuerdo que hace un par de veranos se nos perdió Blanquita, la gallina regalona de una prima, y bueno... ya aprendí hace tiempo que cada vez que una mujer ¡necesita ayuda urgente! no hay partido de futbol ni programa en la tele que sea más importante que eso, ni tampoco los 36º a la sombra de ese día. Afortunadamente al ave en cuestión lo encontramos luego, en plena carretera y casi a punto de la insolación, pero viva. Asi que nos la llevamos, sin percatarnos eso sí, del huevo que ella había puesto y que quedó tirado en el asfalto.

El asunto es que, debido al calor intenso supongo, el huevo se transformó en un hermoso pollito que vio la luz del sol (literalmente) solo y abandonado. Sin saber qué hacer, se quedó un buen rato allí cavilando y habría seguido en eso de no ser por una enorme vaca que apareció como de la nada.

- ¿Qué haces aquí solito?- preguntó la vaca.
- No sé - respodió él en un hilo de voz.
- ¿Cómo llegaste a este lugar hijito?
- No sé.

La vaca captó de inmediato que el pobrecito no tenía idea de dónde estaba parado así que lo invitó a su casa, obviamente Panchito (nombre con que ella lo bautizó) aceptó de buena gana y se fueron los dos conversando como si fueran viejos amigos. De hecho, aunque no se crea, pasada una hora ambos eran uña y mugre, no podía existir dos almas más gemelas, dos caracteres más afines.
 
Pero el calor era cosa seria y Panchito se dio cuenta de que si se colocaba detrás de su amiga, podría capear los rayos solares que lo tenían al borde del spiedo. Dicho y hecho, se retrasó un poquitín, sólo lo suficiente para que la sombra de Vero (la vaca) lo protegiera y chao al calor.

Continuaron de esta forma un buen rato hasta que la naturaleza, la digestión en este caso, de Vero la obligo a levantar la cola y defecar sobre nuestro desprevenido héroe. Fue tan rápido todo que Panchito no alcanzó a esquivar lo que se le venía encima y... ¡plaff!

Cuando logró, luego de mucho esfuerzo, sacar su cabecita de su problema descubrió la realidad más terrible que puede haber para un recién nacido: Vero, su mejor y única amiga, lo miraba con un rictus de asco dibujado en sus labios y sin mediar palabra dio media vuelta y lo abandonó.

¿Qué hago?, se preguntó nuestro pequeño y solitario amigo. Miró hacia un lado y nada, luego hacia el otro lado y sólo vio la figura cada vez más pequeña de su ex amiga. Sintió que algo se anudaba en su garganta, el corazón se le aceleró, sus ojos se humedecieron, quiso gritar, juntó fuerzas, llenó sus pulmones y... ¡PÍO!

Fue todo lo que dijo... en serio, un ave de rapiña que por allí revoloteaba escuchó su piar y lanzándose en vuelo rasante, atrapó a Panchito, que no pudo hacer nada para evitarlo, y se lo llevó como invitado especial para la cena.

Creo que sé lo que deben estar sintiendo ahora, pero sería bueno que nos calmáramos todos un poco y, aunque asumo que es dificil, intentemos aprender algo de esta tragedia.
Personalmente, creo que hay tres conclusiones que se pueden sacar de esta historia:

1. No confiar en nadie, ¡PERO NADIE! mira que hasta tu mejor amigo te caga.
2. Cuando tu mejor amigo te ve cagao... ¡te abandona!
3. Cuando estés con la mierda hasta el cuello, ¡es mejor que no digas ni pío!

¡Saludos a todos y feliz navidad!

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17 diciembre 2007

Porcupine Tree

Sólo Steven Wilson y compañía puede darse el lujo de desechar material de primera calidad, no incluyéndolo en el que es hasta ahora el último disco de Porcupine Tree: Fear of a blank planet (2007) ¿Acto premeditado? quién sabe. Lo cierto es que a mediados del presente año el cuarteto inglés lanza el EP Nil Recurring, que contiene cuatro monumentales composiciones construidas a partir de aquel material sobrante y que resulta ser de lo mejor que hasta la fecha nos haya entregado PT.

En esta oportunidad, como en algunas anteriores, la banda vuelve a contar con la siempre fructífera colaboración del legendario guitarrista y compositor, Robert Fripp.

Lo que se iniciara como el proyecto personal de Wilson a finales de los ochenta, fue decantando hasta dar forma a una de las agrupaciones de rock progresivo más interesante del momento. Con una extensa discografía a su haber, PT ha sabido encantar a sus seguidores y a la crítica con cada nueva entrega.

Con fuertes reminiscencias psicodélicas, muchos vieron a esta banda como la nueva encarnación de Pink Floyd; apreciación más que justificada si consideramos discos como Up the downstairs (1993) y el no oficial Yellow Hedgerow Dreamscape (1994). Y aunque la influencia floydiana todavía se advierte, la apertura mental de Wilson y su innato sentido de la exploración lo han llevado a utilizar rítmicas y sonoridades propias de estilos tan diversos como el metal, jazz, la electrónica, el pop, con un resultado más que satisfactorio.

Claro que el mérito no es unipersonal. Convergen en la consolidación del sonido PT, las aportaciones inmejorables de Richard Barbieri (teclados), Collin Edwin (bajo) y el espectacular Gavin Harrison (batería), quien además colabora en la composición y en las líricas.

Desde In Absentia (2002), la utilización cada vez más recurrente de poderosos riffs de guitarra viene siendo la tónica que ha delineado el trabajo de estos ingleses, lo que es evidente en sus últimos discos. Quizás el mejor ejemplo de esto se encuentra en Arriving somewhere but not here, aquel increíble tema de doce minutos incluido en Deadwing (2005).

Entonces, no es extraño que Nil Recurring esté lleno de momentos en los cuales nos parece estar escuchando a una banda decididamente metalera. El primer tema es un potente instrumental, donde la guitarra de Fripp arremete con un desquiciado y electrizante solo final, muy crimsoniano. Luego, toda la armazón de Normal está al servicio de la voz y guitarra acústica, los protagonistas indiscutidos de esta canción de tono melancólico, de una línea melódica y armonía vocales realmente exquisitas.

Es interesante advertir que la voz de Wilson perfectamente podría funcionar en un contexto grunge (es una apreciación muy personal) y cuánto dista de las afectadas y pretenciosas vocalizaciones típicas del neoprogresivo.

Cheating the polygraph se desarrolla sobre una base rítmica endemoniada, un dolor de cabeza para cualquier baterista que se precie de tal. Y para finalizar, un optimista What happens now avanza en fluido crescendo hasta estallar en un climax exaltado por el, una vez más, muy crimsoniano arpegio de guitarra.

Entonces…What happens now? Siendo tan sólo un EP, Nil recurring deja la vara bastante alta y nos pone expectantes a la espera de lo nuevo de PT. Sin embargo, no puedo más que confiar en que Steven Wilson encontrará la forma de volver a sorprendernos una vez más.

Purplechild

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Shesmovedon


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15 diciembre 2007

Iron and Wine

Si tuviera que elegir un disco favorito entre los que se encuentran aquí, creo que me quedaría con In the reins de Calexico y Iron and Wine. Son sólo 7 canciones pero cada una de ellas tiene su propio sentido, se justifica la presencia de todas, nada se puso para rellenar y tal vez por esto mismo uno queda con la sensación de gusto a poco. Además, así fue como conocí a este cantautor, de nombre cristiano Sam Beam, cuya voz se metió imperceptiblemente en algún resquicio rebelde de mi memoria auditiva.

Gracias a santa Wikipedia me enteré que su primer trabajo, The creek drank the cradle (2002), fue producido y grabado por él mismo en su estudio casero... y se nota.

El año 2004 edita Our endless numbered days,muy similar al primero en cuanto a estructura pero con una producción profesional que se agradece de corazón. El disco repite algunas constantes de The creek… pero agrega más instrumentación. Conservando, eso sí, la sencillez de melodías y arpegios simples pero bellos, en total concordancia con historias mínimas que son contadas con la suavidad de una voz sin apuros ni exigencias.

En cierto momento, mientras lo oigo cantar Sodom, South Georgia, cierro los ojos, me dejo llevar por los recuerdos, y siento la extraña impresión de ser nuevamente un niño sentado junto a una fogata, escuchando atentamente esas historias inventadas por los viejos acerca de aventuras inexistentes y que eran la delicia de nuestra infantil imaginación.

Dicen que para escribir un cuento, una novela, o una canción en este caso, el único gran requisito es tener una historia que contar… y Sam Beam tiene muchas. Y sabe cómo contarlas.

A medida que continuaba leyendo sobre mi nuevo amigo, sus influencias y símiles, aparecían nombres conocidos para mi (Nick Drake, Elliot Smith) y términos también habituales en este blog: indie, alternativo, no comercial, en fin. 'Son todos una cofradía' me dijo, alguna vez, un amigo :)

Su discografía oficial la completa Shepherd's dog, editado este año. Mucho más producido que los anteriores y creo no equivocarme al decir que la experiencia de tocar con Calexico le animó a experimentar con nuevos ritmos e incluir variados instrumentos que le dan un toque de eclecticismo que, en vez de alejarlo de ese tono tan suyo e intimista, le dio la posibilidad de desarrollarse en niveles que hasta el momento no había probado.

Siento que Shepherd’s dog es un nuevo punto de partida para Iron and Wine, no en pos de la fama sino que en el proceso de crecimiento de un artista que, ojalá, siga escribiendo canciones tan personales y propias, y por esa misma razón, tan universales e identificables.

Pero aun si así no fuera, por lo menos nos quedará un puñado de los más bellos temas que he oído en mucho tiempo: Sunset soon forgotten, Sodom, South Georgia, Carousel que me recuerda algunas cosas de ese disco increíble que es Nursery cryme de Genesis, y principalmente Ressurrection fern y Naked as we came, cuyo video dejo para su consideración. Saludos.



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Naked as we came



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08 diciembre 2007

Jeff Buckley Grace 1994

- ¿Sabías que este tipo usaba sólo dos efectos en su guitarra? Me pregunta Óscar de improviso mientras yo intento recordar cuántas cervezas quedan en el refrigerador.
- Ah, ¿si? Le respondo casi al pasar y me levanto para ir a despejar mi duda existencial pero él insiste y vuelve sobre el tema de las composiciones del Jeff. Y se apasiona de tal manera hablándome sobre chorus, flangers y el uso de acordes poco habituales en las canciones de este disco, olvidándose totalmente del mundo exterior (incluídas las cervezas), que no me queda más que pulsar play nuevamente para ver qué tan cierto es lo que me dice.
- Y, claro que sí. Tienes razón. Le digo con el ceño fruncido, como si de verdad captara los matices de los que me habla. Pero mi mente está en otra parte.
Eso sí, recuerdo que al escuchar por primera vez Grace, el único disco que editó antes de pasar a la inmortalidad, lo que más me llamó la atención fue la increíble versión del Hallelujah de Leonard Cohen. Luego me enteré que esta es considerada la mejor de todas, la última, la que quedará para la posteridad. Y hay que darles la razón a quienes declaran aquello. El amplio registro vocal de Buckley, que podía pasearse por cuatro octavas sin mayores problemas, en este tema se manifiesta en su máxima expresión.
¿Es posible que con un disco nada más un artista se convierta en objeto de culto? Han pasado diez años desde su muerte y estoy seguro que no es sólo mi amigo quién aún sigue emocionándose con su música.
Lo cierto es que Grace, efectos más o efectos menos, es un disco que se queda incrustado como una astilla que no podemos quitar y que, con el tiempo, nuestro organismo asimila a tal punto que llega el momento en que no recordamos desde cuándo es parte de nuestra piel, de nuestra sangre o nuestra inconsciencia. O, como en este caso, de nuestra historia musical.



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