Tenía trece años cuando intenté hacerme pasar por mayor de edad por primera vez... y no me resultó. De hecho, seguí fracasando por un buen tiempo hasta que una tarde de Otoño, luego de que en la boletería de un cine se rieran de mi cara de nerd y la pelusilla que cubría mi labio superior a modo de bigote, me encontré por casualidad con un grupo de amigos de mi barrio que se dirigían raudos hacia el mismo cine.
Sin pensarlo dos veces me les uní y en esta ocasión no hubo ningún problema para ingresar a ver El bueno, el malo y el feo. Sí, sí, lo sé, es una película que pasan habitualmente en la tele y la mayoría de nosotros ya la habíamos visto, pero en español, con esas traducciones en que la grosería más deleznable es maldito bastardo.
Sin pensarlo dos veces me les uní y en esta ocasión no hubo ningún problema para ingresar a ver El bueno, el malo y el feo. Sí, sí, lo sé, es una película que pasan habitualmente en la tele y la mayoría de nosotros ya la habíamos visto, pero en español, con esas traducciones en que la grosería más deleznable es maldito bastardo.
Recuerdo que al entrar a la sala quedaba uno totalmente enceguecido, generalmente ya había comenzado alguna de las dos películas que se iban rotando toda la tarde y lo único que se veía era la pantalla, el resto era sólo oscuridad. Ante eso, lo más razonable era esperar unos minutos hasta que la vista se acostumbrara. Lo más razonable digo, pero un puñado de adolescentes ansiosos lo menos que hacen en ese caso es razonar y los tropezones, porrazos y puteadas se convertían en la delicia de los demás espectadores. Pero bueno, era parte del encanto del cine de aquellos tiempos.
En esa ocasión nos quedamos hasta que nos echaron. Apenas comenzó el western made in Italy, mis amigos abrieron la mochila que llevaban y aparecieron como por arte de magia, unas amistosas cervezas en lata y unos extraños cigarros hechos en casa, que según me dijeron, les servía para disfrutar de mejor manera de la película.
Tal vez por esa costumbre que tiene el destino de entrelazar las cosas, sucedió que un amigo me prestó este fin de semana varios clásicos del cine, entre los cuales viene el debut de Clint Eastwood como el pistolero sin nombre, y además me enteré que a fin de mes nos visita Ennio Morricone. No creo que pueda ir a la gran capital para verlo pero por lo menos tengo su música, la misma que ahora les ofrezco y quién sabe, tal vez no sea sólo yo el que reviva agradables momentos.
Tal vez por esa costumbre que tiene el destino de entrelazar las cosas, sucedió que un amigo me prestó este fin de semana varios clásicos del cine, entre los cuales viene el debut de Clint Eastwood como el pistolero sin nombre, y además me enteré que a fin de mes nos visita Ennio Morricone. No creo que pueda ir a la gran capital para verlo pero por lo menos tengo su música, la misma que ahora les ofrezco y quién sabe, tal vez no sea sólo yo el que reviva agradables momentos.
Nota: el disco trae 20 temas pero le agregué 5 más que a mi me gustan mucho. Es decir, además de piratearlo, lo estoy modificando... no sé dónde voy a parar.
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